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La construcción de la paz comienza en el barrio

Veamos a continuación cómo las actividades del Programa Mundial de Alimentos (WFP) contribuyen a alcanzar la paz en El Salvador.
, WFP Español

Nota escrita por Adam Raney

Cuando conduces por el exuberante paisaje tropical de El Salvador, es difícil distinguir si te encuentras en una zona segura o en una peligrosa. A primera vista, las zonas rurales parecen más seguras. El ganado pasta en los campos y los niños juegan al aire libre en los caminos de tierra. Además, los titulares sensacionalistas de los periódicos se concentran en la violencia de las pandillas en la capital, San Salvador.

Pero seamos claros, las zonas urbanas de El Salvador son extremadamente violentas. Tan solo hace tres años, San Salvador fue calificada como la capital mundial de los asesinatos. Sin embargo, la violencia afecta tanto a El Salvador urbano como al rural. En los rincones polvorientos del Corredor Seco y en los valles verdes, te encuentras con personas que intentan reconstruir sus vidas y medios de sustento que fueron devastados por la violencia.

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En 2015, el Programa Mundial de Alimentos se asoció con el Municipio de San Salvador para lanzar un programa de capacitación para jóvenes que utiliza el arte callejero para afrontar la inseguridad social y reconstruir el tejido social. Foto: WFP/Archivo

El Salvador es un caso único. Hace 27 años se firmaron los acuerdos de paz que terminaron con una sangrienta guerra civil de más de una década. Pero desde entonces, el país ha sido plagado por la violencia de las pandillas, lo que dificulta su clasificación como una sociedad post conflicto. A pesar de los tres años de bajas tasas de homicidio, todavía hay más de 50 homicidios al año por cada 100.000 habitantes. La violencia, alimentada por las pandillas, a menudo puede parecer imparable.

Hemos seguido a los investigadores del WFP y del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) a El Salvador, para ver si el trabajo del WFP está contribuyendo a la construcción de la paz en este pequeño, pero densamente poblado país centroamericano, que cuenta con una población de 6.3 millones de personas.

"Aquí hay un ciclo vicioso de violencia", es lo que nos dice la Oficial de Programas del WFP, Francesca de Ceglie. "Especialmente para las personas más vulnerables que viven en comunidades marginadas, ya sean urbanas o rurales, es muy difícil salir", agregó.

Una de esas personas que luchan por romper el ciclo de violencia es María Haydee Villanueva Alejo.

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Muchos salvadoreños vulnerables están atrapados en un ciclo vicioso de violencia, del cual luchan por salir. Foto: WFP/Rodrigo Galdós

Ella tenía que poner la comida en la mesa y pagar las facturas durante su ausencia. Fue una experiencia devastadora y todavía le resulta difícil hablar de ella. Años más tarde, está tratando encontrar algún tipo de paz y salir adelante. Como parte de un programa del WFP, María recibe unos US$80 al mes de asistencia en efectivo que utiliza para comprar artículos de primera necesidad, además de comprar gallinas y pavos que cría y vende como parte de un pequeño negocio avícola fuera de su casa.

Junto con esta asistencia viene la consejería, que María considera igualmente importante.

"El dinero que proporciona WFP es para alimentos, pero la consejería nos ayuda a sentirnos mejor. Nos ayuda a descargarnos", comenta ella.

De regreso a San Salvador, seguimos a De Ceglie y a su contraparte de SIPRI, la investigadora Caroline Delgado. Ambas caminan por un barrio vibrante salpicado de colores y escenas inspiradoras. Las paredes exteriores de las casas están cubiertas por murales. Las pintan los participantes de ConecArte, un programa copatrocinado por WFP, que ofrece asistencia en efectivo y capacitación artística a los jóvenes. En un mural con un colibrí se puede leer: "No hay cambio sin sueños, como no hay sueños sin esperanza". Muchas de las obras de arte hacen referencia a la necesidad de la educación, el ambientalismo y la paz, temas que aparentemente los artistas esperan que cobren vida en El Salvador.

Quien lidera el paseo por el barrio es el artista de 22 años Mario Guerrero. Nos describe cómo los jóvenes participan en el diseño y la dirección del proyecto. "Esto contribuye a construir una cultura de paz", comenta Mario. "Este programa es empoderador y ayuda a crear líderes a nivel comunitario", asegura nuestro guía.

Otro programa copatrocinado por el WFP en la capital del país busca aprovechar la energía de los jóvenes salvadoreños. Gastromotiva ofrece seis meses de capacitación culinaria a los jóvenes que buscan iniciar carreras en el sector de alimentación. Es particularmente atractivo para los retornados. Cada año, miles de jóvenes salvadoreños regresan al país después de ser deportados de los Estados Unidos u otros países. La mayoría habla mejor inglés que español y encuentra difícil integrarse a la vida salvadoreña. Los trabajos son difíciles de conseguir. El programa es una rara oportunidad para aquellos jóvenes frustrados por la violencia y la falta de oportunidades.

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El programa Gastromotiva de WFP capacita a jóvenes salvadoreños en habilidades culinarias y de vida, para brindarles mejores oportunidades de trabajo y alternativas a la migración. Foto: WFP/Archivo

Al mirar a estos jóvenes entusiasmados y optimistas alrededor de la mesa, es fácil olvidar que ellos son la excepción. En su mayoría, los jóvenes salvadoreños se sienten atrapados en un ciclo interminable de violencia y pobreza. Pero también recordé una frase que dijo la investigadora de SIPRI, Caroline Delgado, durante una de las visitas: "La paz se comienza a construir a nivel local."

A pesar de la batalla cuesta arriba que les espera, los jóvenes salvadoreños que conocimos están dispuestos a darle a la paz una oportunidad de luchar.

Traducido del inglés por Virginie Laplante.

Lea acerca de la misión del WFP/SUPRI a Irak.