La alimentación escolar reduce el desperdicio de alimentos en Brasil

El Centro de Excelencia contra el Hambre del Programa Mundial de Alimentos resalta buenas prácticas que pueden inspirar otros países.

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Arroz con pollo, hojas de remolacha, cáscara de calabaz y zanahorias. WFP/Isadora Ferreira

Como todos los países del mundo, Brasil desperdicia alrededor del 30 por ciento de la comida que produce. En países ricos, el desperdicio de alimentos suele ocurrir en los hogares — los consumidores compran más comida de la que pueden comer. Por otra parte, en países pobres, el desperdicio está relacionado a la producción, cosecha, procesamiento, almacenamiento y distribución. En Brasil, los alimentos son desperdiciados en ambos aspectos.

Agricultores familiares, grandes compañías de alimentos, distribuidores e instituciones gubernamentales trabajan juntos para intentar disminuir el desperdicio de alimentos desde la producción hasta la distribución. La reducción del desperdicio de alimentos por los consumidores, sin embargo, requiere un cambio de mentalidad, y las escuelas desempeñan un papel crucial en asegurar que las nuevas generaciones sean más conscientes.

Todos los días, 42 millones de niños son alimentados en las 160 mil escuelas de Brasil. Estos niños no reciben simplemente una comida: el Programa Nacional de Alimentación Escolar de Brasil incluye actividades de educación alimentaria y nutricional. La manera como las escuelas compran, preparan y sirven la comida establece un ejemplo para los niños, y las cocineras escolares son clave para la construcción de hábitos alimentares saludables y sostenibles.

Luciana Aparecida Pinheiro preparó una receta vencedora en el concurso de mejores recetas de la alimentación escolar. WFP/Isadora Ferreira

Luciana Aparecida Pinheiro es cocinera en una escuela primaria de la pequeña ciudad de São Sebastião do Paraíso, en el estado de Minas Gerais. Ella fue una de las cinco ganadoras de la segunda edición del concurso “Mejores Recetas de la Alimentación Escolar”. El concurso — realizado por el Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación en asociación con el Centro de Excelencia contra el Hambre del WFP, FAO y socios locales — premió la mejor comida escolar de cada región de Brasil. El plato ganador de Luciana fue un arroz con pollo y partes de los vegetales que generalmente se descartan, como las hojas de remolacha y la cáscara de calabaza.

La receta transformó el funcionamiento de la cocina escolar. Para cada preparación, las cocineras ahora separan las partes de la comida que antes se destinarían al basurero y las usan para dar más sabor y nutrientes a otros platos. La piel de la zanahoria y de las cebollas, por ejemplo, adicionan sabor a caldos utilizados como base para diversos platos. Luciana trabaja en colaboración con la nutricionista local, y la idea se está extendiendo a otras escuelas de la región.

Nutricionistas y cocineras trabajan juntas para asegurar que los alumnos disfruten comidas sanas y sabrosas en las escuelas. WFP/Isadora Ferreira

El arroz de Luciana fue presentado para apreciación de los estudiantes e inmediatamente fue incorporado al menú regular de la escuela.

“Yo quería crear un plato colorido y nutritivo que llamara la atención de los niños y mostrarles que utilizar todas las partes de los alimentos que tenemos no es solo bueno para su salud y para el medioambiente — es también delicioso”, dice Luciana.

Como parte de las actividades de educación nutricional, algunos estudiantes fueron involucrados en el desarrollo de la receta. Cuando los niños probaron el plato por primera vez, un grupo de estudiantes hizo una encuesta que demostró que al 91 por ciento de los alumnos les gustó el plato y que el 70 por ciento disfrutó todos los ingredientes utilizados en la preparación.

Los toques finales al arroz súper sano de Luciana. WFP/Isadora Ferreira

El nuevo plato fue utilizado por el equipo de la escuela como una oportunidad para movilizar toda la comunidad escolar. La nutricionista invitó a padres, madres y todo el equipo para discutir cómo utilizar partes poco usadas de los vegetales para eliminar el desperdicio de alimentos y mejorar la nutrición. Según Luciana, después de esta experiencia los alumnos están más dispuestos a probar nuevas comidas, especialmente vegetales.

“Mi desafío diario es preparar una comida sana y sabrosa para los niños. Cuando preparo este plato, veo a los niños llenos de felicidad. Es bueno para ellos, es bueno para mí y para todo el país”, dice Luciana.

Antes de la presentación a los jurados, Luciana celebra la conclusión del plato dentro del plazo establecido. WFP/Isadora Ferreira

El enfoque de Luciana para reducir el desperdicio de alimentos representó un cambio en su vida. Ella ganó un incentivo económico del concurso de comidas escolares y viajó a Brasilia por primera vez: “Aprendí nuevas técnicas, probé diferentes cocinas regionales, conocí nuevas personas y recibí mucha atención de los medios. Nunca olvidaré esos momentos mágicos”.

En Brasil, el Programa de Alimentación Escolar debe comprar al menos el 30 por ciento de sus alimentos a los pequeños agricultores, tal como lo exige la ley. Los alimentos producidos localmente tienen prioridad sobre los alimentos que deben transportarse a través de largas distancias para llegar a las escuelas. Las comidas deben seguir los menús preparados por nutricionistas para proporcionar nutrientes mínimos a los niños y para aprovechar los cultivos y hábitos alimenticios locales.

Estas características únicas hicieron del programa brasileño de alimentación escolar una inspiración para otros países en desarrollo comprometidos con la búsqueda de soluciones sostenibles para el hambre. Sobre la base de la experiencia brasileña, el Centro de Excelencia contra el Hambre del WFP presta apoyo a más de 30 países para diseñar o implementar programas de comidas escolares locales.

The presentation to the jurors. WFP/Isadora Ferreira

El Centro de Excelencia contra el Hambre pone a disposición de los países en desarrollo experiencias exitosas de Hambre Cero para el aprendizaje, el intercambio y la adaptación a través de la cooperación Sur-Sur y Triangular. Los programas de alimentación escolar han demostrado ser una de las soluciones más efectivas y duraderas para el hambre y tienen múltiples beneficios: mejoran la nutrición infantil, actúan como un catalizador para el proceso educativo y amplían las oportunidades para los agricultores, comerciantes y comunidades locales.

La reaccion de Luciana al oír su nombre como vencedora de la región en el concurso de recetas escolares. WFP/Isadora Ferreira

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