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“Esta pandemia nos va a matar de hambre”

Tres mujeres hondureñas hablan del impacto que la crisis del coronavirus está teniendo en sus familias y su alimentación.
, Hetze Tosta
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Deysi Castro junto a sus hijas menores Natalia y Yolibeth en la entrada de su casa en la ciudad de Comayagua, Honduras. Foto: WFP/Hetze Tosta

Deysi: Sin poder lavar para ganarse el sustento

Deysi Xiomara Castro recuerda con nostalgia aquellos días previos a la crisis del coronavirus cuando lavaba por lo menos dos o tres veces por semana la ropa de algunas familias en Comayagua. "Me ganaba cinco dólares al día; eso es lo que me pagan por 5 docenas de ropa", nos cuenta esta madre soltera de seis hijos. "Pero ahora no sale nada", agrega Deysi con tristeza.

"A punta de lavadas" logró enviar a una hija mayor a la universidad. Pero la crisis del coronavirus ha puesto pausa a esos estudios porque Deysi ya no lava como antes porque algunos clientes han perdido sus empleos y otros no la contratan por miedo al contagio.

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"Espero que esta situación mejore para poder trabajar de nuevo", dijo Deysi. Foto: WFP/Hetze Tosta

"La situación está muy difícil. Teníamos cuatro días de solo hacer un tiempo de comida. Mis hijos solo tomaban un poquito de café en la mañana y un poquito de arroz en la tarde. No tenía para darles más", dijo Deysi con lágrimas en los ojos.

Liliana: Desempleada por tres meses

Liliana López tiene tres hijos: Sisley de 13 años, Ashley de 9 años, y Benjamín de 5 años. Liliana es madre soltera y está desempleada desde hace tres meses. Solía trabajar en una empresa empacadora de vegetales, pero luego de dos meses fue despedida. Comenzó a hacer los oficios domésticos en casa de una profesora y a cuidar a sus pequeños, pero cuando estalló la pandemia la despidieron porque todos los familiares de la profesora regresaron a casa.

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Liliana con su 3 hijos, muy felices con los alimentos que compraron con la trasferencia en efectivo. Foto: WFP/Hetze Tosta

"Muchas veces mando a mis niños a donde mis hermanos para que coman ahí, pues yo no tengo nada que darles", comentó Liliana, quien además debe dos meses de alquiler. "Gracias a Dios la señora a la que le alquilo este cuarto no nos está cobrando, pero hice la promesa de que cuando consiga trabajo le pagaré los 33 dólares que pago de renta mensual", dijo Liliana.

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Liliana limpiando el fogón de la cocina que es un espacio en común en la cuartería donde viven. Foto: WFP/Hetze Tosta

Para generar algo de dinero, Liliana recoge leña en la orilla de un río cercano en compañía de una de sus hijas. Por esa carga de leña le pagan 1 dólar con 50 centavos.

Yensi: Ya no puede vender comidas fuera del hospital

"Desde los 13 años vendo tamalitos de elote y elotes cocidos. Mi mamá me enseñó a hacerlos y este había sido el sustento para mi familia", dice Yensi Velásquez, madre de dos niñas de 6 y 4 años. Pero la pandemia cambió todo.

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"Con esta pandemia no se puede trabajar aunque uno quiera", dijo Yensi Velásquez. Foto: WFP/Hetze Tosta

Los proveedores de los insumos para preparar sus comidas dejaron de llegar a Comayagua por las restricciones de movimiento. Yensi vendía sus comidas en el exterior del hospital, pero la venta de comidas fue prohibida.

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Para Yensi, su prioridad es alimentar a sus hijas, Biana y Heisel. Foto: WFP/Hetze Tosta

El otro sostén de la familia es su esposo, quien es taxista. Ahora no puede hacerlo porque el transporte público está paralizado. "Antes mi esposo traía a la casa aunque fueran 100 lempiras [4 dólares], pero ahora nada. Hay días que él se va por el río a buscar mangos. Yo los pelo y los vendo afuera de la casa. Hay días que tenemos, y otros días no", explicó.

"Esta pandemia nos va a matar de hambre", sentenció Yensi.

El impacto de la crisis en la inseguridad alimentaria

Al cierre de 2019, Honduras registró cerca de dos millones de desempleados, aproximadamente el 40% de la fuerza laboral. Según la Secretaría del Trabajo, el desempleo se verá agravado como consecuencia de las medidas restrictivas impuestas para evitar la propagación de la pandemia.

Las evaluaciones realizadas por las autoridades hondureñas y el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) revelaron que 250,000 familias hondureñas están en inseguridad alimentaria porque perdieron sus medios de vida y sus ingresos debido a la crisis.

Los afectados incluyen a pequeños comerciantes independientes, jornaleros, familias que no reciben remesas ni pertenecen a ningún programa de protección social, agricultores de subsistencia, trabajadores sin tierra, madres solteras, adultos mayores, personas con discapacidad, familias con miembros con enfermedades crónicas y adultos mayores, ente otros.

Para apoyar a las autoridades en su respuesta a esta crisis, WFP ha enfocado sus recursos en brindar asistencia alimentaria a 29,000 familias de las más gravemente afectadas. Unas 11,000 familias viven en zonas rurales y otras 18,000 familias en zonas urbanas. Las familias de Deysi, Liliana y Yensi residen en la ciudad de Comayagua, antigua capital de Honduras.

Las familias en zonas rurales reciben canastas de alimentos que van acompañadas de información nutricional y un kit de higiene que contiene jabón líquido, Clorox y toallas sanitarias. En las zonas urbanas, WFP transfiere a los beneficiarios dinero en efectivo a través de bancos locales o entrega de cupones que pueden ser canjeados en los supermercados, explicó Héctor Cruz, oficial de Políticas del WFP.

"Lo importante de esto es que da a las familias la posibilidad de escoger su ración alimentaria en base a sus necesidades", dijo Cruz.

"Hoy vamos a comer rico para celebrar"

"Estoy un poco nerviosa porque nunca había estado en un banco", dijo Deysi mientras esperaba su turno para recibir su transferencia de efectivo y luego ir al mercado de Comayagua. Había prometido a sus hijas que prepararía su plato favorito para celebrar: una olla de espaguetis.

Yensi tenía planeado comprar sus alimentos en donde el dinero le rindiera más mientras que Liliana compraría un pollo para celebrar con sus tres hijos que finalmente tenían comida en casa.

Las tres mujeres fueron recibidas con gran alegría por sus hijos cuando llegaron a casa con las bolsas llenas de comida: harina, mantequilla, aceite, vegetales, mortadela, huevos, azúcar, espaguetis, y mucho más. "Tenía ya mucho tiempo de no comprar tantas cosas. Hoy sí vamos a comer bien rico con mis niñas", concluyó Yensi.

Conozca más sobre el trabajo del Programa Mundial de Alimentos frente a la COVID-19. Oprima aquí.